El juego serio
Ediciones Alfabia publica la obra maestra de Hjalmar Söderberg, un clásico de la literatura sueca, que ahora cumple cien años
De Hjalmar Söderberg (nacido en Suecia en 1869 y fallecido en 1941 en Dinamarca) apenas si había hasta ahora un rastro editorial en España, pese a que el escritor sueco era, nada menos, que el autor teatral de «Gertrud», en la que se basó (muy fielmente) Carl T. Dreyer para rodar en 1964 la obra maestra cinematográfica del mismo título. Hace ya décadas Carlos Barral como editor y Gabriel Ferrater como traductor introdujeron en España la novela «Doctor Glas», otra de sus obras mayores, que Alfabia volvió a publicar en 2011. Ahora esta misma editorial publica por primera vez «El juego serio», la obra con que Hjalmar Söderberg dio su adiós a la literatura: una novela fascinante sobre el amor y el destino.
Söderberg nació en Estocolmo en el seno de una familia de funcionarios relativamente modestos. Tras un corto período de estudios en la universidad de Uppsala empezó a trabajar como periodista en diarios de provincias y, más tarde, en Estocolmo. En 1895 escribió su primer libro («Decepciones»), una serie de descripciones del Estocolmo «fin-de-siécle», en la que Söderberg se fija sobre todo en vagabundos desilusionados y personajes decadentes. En la colección de cuentos posterior («Historietas», 1898) Söderberg encontró y fijó lo que sería su estilo peculiar: un lenguaje claro, preciso, escueto y levemente irónico. Tres años después, en 1901, publicó su primera novela («La juventud de Martin Birck»), de claro tinte autobiográfico: en ella describe la infancia, los años de estudio y la vida de un joven funcionario de Estocolmo de finales del siglo diecinueve.
En 1905 publica la segunda novela y, para muchos, su gran obra maestra: «Doctor Glas», una obra que provocó un gran escándalo entre los sectores más conservadores de la sociedad sueca, ya que en ella ataca abiertamente las mentalidades autoritarias y represivas de su país y justifica, en determinadas circunstancias, un asesinato. Obra atrevida e inquietante, fue denostada moral e ideológicamente por el conservadurismo imperante.
En 1906 Söderberg se divorció de su esposa (con la que había tenido tres hijos, a los que difícilmente podía sostener económicamente) y poco tiempo después terminó un largo romance (que convivió con su matrimonio) con Maria Von Platen. De estas dos decepciones amorosas nacería el drama «Gertrud», que medio siglo después Dreyer convertiría en una de las grandes joyas del cine.
También el amargo desenlace de sus avatares amorosos está detrás de su tercera y última novela, «El juego serio», publicada en 1912, hace ahora cien años.
En «El juego serio» (obra de conclusión y cierre de su actividad literaria y, sin duda, título acertado y destacado como pocos), Söderberg narra (apuntalando su historia en experiencias autobiográficas muy recientes, pero también anclando el relato en una realidad histórica muy determinada, que emerge a través de sucesos de gran relieve, como el «caso Dreyfus», la guerra ruso-japonesa o incluso la guerra hispano-norteamericana) la historia de Arvid Stjärnblom, y de los dilemas vitales y morales a que le conduce su amor por Lydia Stille.
Al comenzar la novela, Arvid es un joven, sin grandes recursos pero con vastas aspiraciones, que marcha a Estocolmo con la pretensión de encontrar allí un lugar propio y acorde a sus expectativas. Arvid está enamorado de la joven Lydia, la hija de un pintor, pero prefiere no llegar a ningún compromiso (matrimonial) con ella, a fin de preservar su libertad y su autonomía; arguye como excusasu falta de medios económicos para postergar y evitar una boda que aún no desea.
Pero al dilatar su respuesta y evadir su compromiso, Arvid convoca sin querer al destino. Y así un día se entera de que Lydia ha contraído matrimonio con un hombre mucho mayor que ella. Es un golpe duro, muy duro, para Arvid, que no lo entiende, pero que no tiene otro remedio que aceptarlo, y soportarlo como puede. Tras ese revés, da un giro a su vida. Comienza a trabajar en un diario y conoce a otra mujer, Dagmar, que lo acaba persuadiendo de que se case con ella. Aunque no la ama, Arvid cede, se casa, lleva una vida anodinamente feliz con ella, y tienen dos hijas. Todo parece discurrir por una vía de normalidad cuando, al pasar los años, reaparece Lydia, de la que Arvid nunca ha dejado de estar enamorado.
El regreso de Lydia hunde a Arvid en un mar de dudas y lo enfrenta a un dilema. Söderberg formula ese dilema en términos de una imposibilidad de elegir frente a las imposiciones del destino: «Tú no eliges tu destino -afirma Söderberg en «El juego serio»-, del mismo modo que tú no eliges a tus padres o a ti mismo: tu fuerza física, tu carácter, el color de tus ojos o las circunvoluciones de tu cerebro.Tampoco eliges a tu esposa ni a tu amante ni a atus hijos. Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes. ¡Pero no los eliges». Arvid, que como el propio Söderberg, «cree en el deseo de la carne y en la irremediable soledad del espíritu», se siente maltratado por un destino que se le revela incomprensible y hostil, y que acaba llevándolo a estrellarse contra el muro de la vida.
Toda la obra de Söderberg está teñida por un discreto pesimismo fatalista (hijo de la resignación ante las adversidades del destino), pero modulado por una leve y sabia ironía. La imposibilidad del amor y la incurable soledad del alma son sus grandes temas de fondo. Fue un polemista agudo y un observador exacto y desilusionado, aunque esa visión desapasionada y la distancia analítica nunca excluyen en él la comprensión e, incluso, una simpatía profunda. Su estilo, parco y preciso, está muy trabajado. Su tono frío y firme (opuesto a la grandilocuencia y los fastos verbales del neorromanticismo de la última década del diecinueve) reflejó con gran exactitud la transición de Estocolmo, de una ciudad idílica, apacible y tranquila, en una gran ciudad moderna.
En su época, Söderberg fue considerado el mejor estilista de su generación. Un escritor temáticamente muy vinculado a Strinberg. Con «El juego serio» el lector tiene una gran oportunidad de entrar en el mundo de este gran escritor sueco, a través de una historia que Guelbenzu (Babelia) no duda en calificar como «de serena intensidad y luminosa belleza».