Patrick Modiano: un Nobel incómodo
El escritor irrumpió en el panorama narrativo de su país en 1968 con una trilogía sobre la ocupación alemana de Francia: un tabú, un periodo olvidado, una memoria falsificada
Cuando en 1968 aparece en el panorama literario francés La Place de l’Étoile (traducida al español como El lugar de la estrella), Modiano parece andar con el paso completamente cambiado. Las barricadas estudiantiles se levantan contra el mítico general De Gaulle, líder de la resistencia contra el ocupante alemán durante la Segunda Guerra Mundial y ahora denunciado como un carcamal reaccionario. Nadie mira ya más atrás de esto. Nadie recuerda nada. La versión oficial sobre el pasado es que Francia resistió, y sólo unos pocos traidores colaboraron con el enemigo y fueron ajusticiados.
Modiano sabía por experiencia familiar que eso era una colosal mentira. Su padre, Albert Modiano (1912-1977) era descendiente de una familia de judíos italianos que se habían instalado en Salónica, desde donde emigraron a París. Su madre era la actriz belga Louisa Colpeyn. Ambos se conocieron durante la ocupación alemana de Francia, tuvieron que ocultarse de la Gestapo y se casaron en noviembre de 1944. Patrick, nacido en 1945, fue su primer hijo. La memoria familiar (lo que Modiano llamaría después «la incierta luz de sus orígenes») no coincidía precisamente con aquella historia falsificada que el país se había contado a sí mismo sobre «la resistencia unánime» y la «minoría de colaboracionistas». Patrick no vivió esta época (nació justo al final de la guerra), pero siempre consideró que ese período «oculto, confuso y vergonzoso» de la historia de Francia constituía su «prehistoria» personal. Y, a contracorriente de todos, comenzó a hurgar en él, levantando un doloroso velo, rompiendo la unanimidad de la mentira, negándose a admitir una historia fabricada para ocultar la verdad.
El lugar de la estrella (1968) está narrada en primera persona por un judío colaboracionista (Raphaël Schlemilovitch) y mezcla en la trama personajes ficticios con otros que existieron realmente, entre ellos los escritores Louis-Ferdinand Céline, Pierre Drieu La Rochelle e incluso Marcel Proust. Su siguiente novela, La ronda de noche (1969) está narrada por un agente doble que trabaja al mismo tiempo para la Gestapo y la Resistencia. Y en Los bulevares periféricos (1972), ambientada en el mismo período, Modiano introduce el tema -también muy presente en toda su obra- de la búsqueda del padre. Las tres novelas componen lo que hoy se conoce universalmente como «Trilogía de la Ocupación» (Anagrama publicó recientemente un libro con ese título, que incluye las tres obras), que constituye el verdadero ADN de la narrativa de este escritor, que fuera de su amistad y su relación inicial con Queneau y su movimiento (el Oulipo), siempre se ha mantenido al margen de las capillas literarias y de los grandes focos parisinos.
Después de esta trilogía inicial, Modiano ha seguido perpetuando su indagación del pasado y un estilo muy definido a través de otra docena de novelas y libros de relatos, que lo han consagrado como uno de los escritores más relevantes de Europa.
En 1975 publicó Villa triste, ambientada a comienzos de la década de 1960, y que supuso una primera ruptura con su anterior línea narrativa. El narrador, Victor Chmara, es un joven francés que se ha refugiado en una ciudad balnearia cerca de la frontera suiza para evitar ser reclutado y enviado a Argelia; en este lugar, habitado por singulares personajes, vive una historia de amor con una actriz llamada Yvonne. La novela sería más tarde llevada al cine por Patrice Leconte (El perfume de Yvonne, 1994).
En 1978 apareció su sexta novela, Calle de las tiendas oscuras, dedicada por el autor a su padre, que acababa de fallecer. La acción se desarrolla a mediados de los años 60. El protagonista es un detective amnésico que intenta averiguar su propia identidad (un tema recurrente de la narrativa de Modiano); sus pesquisas lo llevan de nuevo a la época de la ocupación. La novela fue galardonada ese mismo año con el Premio Goncourt.
Posteriormente publicó, entre otras, Dora Bruder (1997), donde investigaba el caso real de una chica de 15 años, desaparecida y enviada a Auschwitz. Y en 2007, tras un silencio temporal, apareció En el café de la juventud perdida, que tuvo un gran éxito.
Como afirma Vila-Matas (gran admirador del narrador francés): «En el mundo de Modiano todo siempre sucede en el pasado, aunque a veces se trata de un ayer muy parecido al presente (Modiano decía no hace mucho que los políticos franceses actuales parecen de otra especie, incultos, muy funcionariales: «Todo esto que pasa ahora me recuerda a Vichy»).»
Ante la sensación (que unos han criticado y otros han elogiado) de que siempre viene a redactar una misma novela, Modiano ha contestado: «Es el mismo libro pero escrito a trozos, como un corredor que se detiene y reemprende la carrera un tiempo después. Es cada vez el mismo libro pero desde ángulos diferentes. No hay repetición, pero es la misma obra».
Varias de sus novelas han sido llevadas al cine y ha participado en la escritura del guión de algunas películas, entre ellas Lacombe Lucien, de Louis Malle, sobre el tema del colaboracionismo durante la ocupación.
En el prólogo a la «Trilogía de la ocupación» (Anagrama), José Carlos Llop habla de de la irrupción narrativa de Modiano como «Una obertura fulgurante: como si Scott Fitzgerald y Dostoievski salieran juntos de correría nocturna y en vez de bares hubieran visitado varios círculos del infierno con un espíritu entre la frescura fitzgeraldiana y el fatalismo nihilista del ruso, mezclado con cierta atmósfera a lo Simenon».
Y respecto al estilo de Modiano afirma: «Una respiración lenta e hipnótica, con el dring cristalino y el swing jazzístico de los felices veinte, desplazado hacia la luz negra de un fragmento de los primeros cuarenta europeos, que aporta el ingrediente delirante. Sin olvidar ni el chic morandiano, ni la cosificación del nouveau roman, ni las listas a lo Perec, por supuesto. De esa literatura surgirá un adjetivo nuevo: modianesque, modianesco».
Miembro (sin serlo) de esa nada mediática generación de grandes escritores franceses de posguerra, que empezaron a escribir a partir de 1968 (como Pierre Michon, Jran Echenoz o el también premiado La Clézio), y que reivindican su plena independencia, Modiano es sin duda un autor a leer. Un autor que nos recuerda, en cada libro, que la historia no es como nos la cuentan. Y que la literatura es muchas veces el tortuoso camino que debemos emprender si queremos recuperar la verdad.