Europa Central
Ganadora del National Book Award (el más importante galardón de la crítica . norteamericana), «Europa Central» es una novela ambiciosa, pletórica, magistral, una obra colosal, que retrata implacablemente las entrañas del siglo XX
Desgraciadamente hay que comenzar afirmando que W. T. Vollmann es un escritor poco o nada conocido en el ámbito hispano, pese a que su obra publicada alcanza ya las 25.000 páginas (el autor, incluso, ha adquirido una enfermedad crónica en los brazos de tanto escribir en el ordenador) dentro de los más diversos géneros (ficción y no ficción, novela, crónicas, ensayos, etc.) y goza ya de algunos de los reconocimientos más destacados de las letras norteamericanas, donde constituye un «continente» aparte.
Nacido en 1959 en Los Ángeles (California), Vollmann estudió literatura comparada en la universidad de Cornell. En 1982 viajó a Afganistán, donde convivió con los muyaidines; con esa experiencia escribió uno de sus primeros libros de no ficción. Ha asistido como corresponsal a varios conflictos armados: durante la guerra de Bosnia el jeep en el que viajaba fue alcanzado por una mina y estuvo a punto de morir. En las últimas décadas ha colaborado intensamente con los más diversos medios de EEUU: desde el The New Yorker o la Paris Review al Playboy. Entre sus obras ya publicadas destaca un estudio sobre la violencia en siete volúmenes.
Europa Central (2005) es una de sus más destacadas «novelas en relatos»: una fórmula que emplea con frecuencia, y en la que combina la realidad con la ficción, una documentación minuciosa y exhaustiva con una imaginación prodigiosa y un talento narrativo fuera de lo común, ensamblada toda ella con un poderoso rigor arquitectónico. Vollmann funde magistralmente, en todo momento, una mirada panorámica, de enorme amplitud y profundidad, con imágenes microscópicas que nos acercan a las realidades más íntimas, minúsculas e invisibles. Y siempre, y en todo momento, utilizando una prosa febril, a ratos casi alucinatoria, «como si Whitman y Poe y Melville y Bourroughs» escribieran a un tiempo (en palabras de Rodrigo Fresán).
Europa Central recorre todo el período histórico que va desde la Primera guerra mundial hasta la caída del muro de Berlín, pero su verdadero corazón es la «tormenta de acero» que arrasó centroeuropa tras la operación Barbarroja: la invasión alemana de la URSS. Los personajes (reales) que Vollmann emplea para llevarnos hasta las entrañas mismas de esa época son de sobra conocidos: el Sonámbulo (Hitler), el Realista (Stalin), generales y mariscales de campo que participaron en las más importantes batallas (con cierta predilección por los traidores), como el general Vlasov (héroe del cerco de Moscú que acabó sirviendo a Hitler) o el mariscal de campo Von Paulus (que perdió la batalla de Stalingrado y se entregó a los rusos, acabando sus días como policía en Alemania oriental); como contrapunto a ellos, Vollmann recurre también (y de forma dominante) a algunos de los artistas más destacados y representativos de la época: la escultora, grabadora y pintora alemana Käthe Kollwith, la poetisa rusa Anna Ajmátova, el compositor D. D. Shostakóvich, el cámara Roman Karmén… sobre un fondo por el que desfilan Ródchenko, Meyerhold, Tsvetaeva, Mayakóvski, y un larguísimo etcétera, y donde resuenan constantemente las valquirias wagnerianas y las sinfonías soviéticas, como música de fondo de un choque, de una confrontación, que dejó sobre el campo de batalla más de veinte millones de muertos.
Con su carácter exhaustivo y metódico, y su increíble esfuerzo de documentación, Vollmann es capaz de reconstruir el lenguaje y el alma de una época; pero aún más que eso, literariamente, Vollmann logra conquistar una nueva perspectiva (más viva, más honda) a esas historias, merced a sus espléndidos «narradores», personajes normalmente fieles al sistema totalitario al que pertenecen, cuando no directamente a sus organismos más crueles (SS, NVDP) y sanguinarios, a cuyo cargo corre la vigilancia y el control del protagonista de la historia. Estos narradores no sólo «humanizan» los relatos, sino que también los llevan a ese punto de alucinación, de locura, que da al libro su sello peculiar. La forma en que, con toda inocencia, se justifican, aceptan o simplemente describen las mayores atrocidades da cuenta del clima de la época, de la naturaleza de los sistemas para los que trabajan.
Al tiempo que hace discurrir los avatares de la tormenta de acero y calibra el devastador efecto de la Historia sobre un puñado de artistas, Vollmann construye también una imaginaria relación (entre la traductora Elena, el compositor Shostakóvich y el cámara Karmén) que recorre todo el libro (las más de 800 páginas de este inmenso libro, 50 de ellas de notas y referencias) convirtiéndola en una trepidante, apasionada y obsesiva historia de amor.
“Siempre retrataremos problemas humanos importantes… Debemos proponer la solución a esos problemas; aunque no la encontremos la búsqueda profundizará el retrato… Tendremos la obligación de saberlo todo acerca de lo que estamos escribiendo… Creeremos sin dudar en la existencia de la verdad… Intentaremos ser de provecho a otros además de a nosotros mismos… Jamás escribiremos sin sentimiento…”, puntualizó Vollmann cuando se le pidió, en un medio, que enumerara los mandamientos que todo escritor serio y en serio debe seguir para honrar a su vocación literaria.
En Europa Central, Vollmann absolutamente fiel a estos principios. Y merced a ellos alcanza sin duda un resultado excepcional, ya que no pueden dolernos prendas al afirmar que estamos ante una verdadera obra maestra. Un libro totalmente a contracorriente de las modas y de un poderío narrativo ya inexistente. Lástima que una obra de tal envergadura, editada por Mondadori en 2007, sea, a día de hoy, muy difícil de conseguir.