Intimidad

El anglo-pakistaní Hanif Kureishi es mucho más conocido entre nosotros como cineasta que como escritor. Autor de los guiones de películas emblemáticas del cine británico de la era Tatcher, como «Mi hermosa lavandería», «Sammy y Rosie se lo montan» (ambas dirigidas por Stephen Frears) y «Londres me mata» (dirigida por él mismo»), Kureishi inició a partir de los años 90 una igualmente brillante carrera como novelista, inaugurada con «El buda de los suburbios» (una verdadera «obra de culto» sobre el Londres de finales de setenta) y proseguida con obras como «El álbum negro» o «Intimidad» (también llevada al cine, por el francés Patrice Chéreau), todas ellas publicadas en España por Anagrama, que lo han acabado convirtiendo en «el más inteligente de los chicos malos de la literatura inglesa actual».

J. Albacete

En «Intimidad» (1998) Kureishi lleva a cabo una descarnada radiografía de la transición desde el amor y la intimidad hasta la indiferencia y el odio en el seno de una pareja londinense de los años noventa y los desgarros que acarrea la ruptura de la relación de pareja y la disolución de la familia.

Jay es un escritor y guionista de cuarenta y pocos años. Tiene todo lo que se supone que un hombre puede desear a su edad, ese cúmulo de ingredientes que los «modelos» sociales vigentes identifican con la imagen del hombre feliz: una actividad profesional creativa y exitosa -incluso ha sido nominado a un Oscar por uno de sus guiones-, una mujer guapa, ambiciosa e inteligente (Susan) que trabaja en la industria editorial, dos hijos preciosos que lo adoran, una hermosa casa con jardín en un buen barrio, bastante dinero para adquirir con holgura todo lo necesario e incluso cualquier capricho, las estanterías abarrotadas de música, libros y películas y un arsenal de personas disponibles que se ocupan de limpiar la casa, cuidar el jardín, hacer de canguro, reparar cualquier cosa, etc.

Pero en los años 90 y en el Londres finisecular y posmoderno eso ya no sólo no es el pórtico de la felicidad, sino una tumba en la que Jay se consume y una prisión de la que anhela escapar a toda costa.

La novela transcurre en la tarde-noche anterior al día en que Jay va a dejar a Susan, va a abandonar a sus hijos, va a romper su familia e iniciar una nueva vida. ¿Por qué va a hacer esto? Es lo que Kureishi va a desarrollar en las casi 150 páginas del libro. ¿Por qué se produce esa ruptura, por qué es necesaria? ¿Cómo, de qué manera y por qué Jay y Susan han dejado no sólo de amarse, sino ni siquiera de tolerarse, de soportarse, haciendo inviable la mera convivencia? ¿Cómo lo que era una promesa de felicidad ha pasado a convertirse en una temporada en el infierno?

Resuelta narrativamente como un monólogo interior de Jay, al que incorpora el relato en tiempo presente de lo que ocurre esa tarde-noche, el relato de Kureishi deriva en una vasta indagación de las motivaciones ideológicas, culturales, éticas, psicológicas, emotivas y sentimentales que imposibilitan a Jay tener cualquier relación sólida y estable, en un mundo saturado de estímulos y abierto al despliegue y satisfacción de todos los deseos, pero en el que resulta imposible encontrar un eje, un norte, un anclaje, para no verse arrastrado por el torbellino de la realidad. En este marco, la existencia ha perdido todo núcleo, todo rumbo, carece de un centro. Jay se mueve en un laberinto infinito de deseos, sin brújula y sin dirección. Perdido en medio de un mar de procelosas aguas e incesante oleaje, sin tierra firme a la vista, Jay no tiene adónde llevar ni dónde amarrar su lujoso yate.

Retrato amargo de una decisión desesperada que pone al protagonista una y otra vez entre la espada y la pared (abandonar a sus hijos le resulta insoportable, pero quedarse significa resignarse a una infelicidad cotidiana, a una vida rutinaria en la que la pasión y el placer han desaparecido definitivamente), «Intimidad» es una reflexión a tumba abierta sobre cómo es virtualmente imposible que seres regidos esencialmente por el individualismo y el hedonismo (ese ejemplar que habita las metrópolis modernas en las tres últimas décadas) pueda encajar el torbellino de sus deseos en el marco de una relación de paredes fijas y geometría inalterable.

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