Microrrelato

Pesadilla en la noche definitiva

No sé por qué razón ni sinrazón enseguida supe que aquella sería la noche definitiva. Había cenado un puré de calabacines a las finas hierbas, una ensalada de puerros congelados y un danone caducado de fresas silvestres y frutas del bosque encantado. Luego me vi dos películas de terror distintas que tenían el mismo título: Pesadilla endemoniada. Eran divertidas, cómicas, diabólicas e indigestas. El personaje principal era un negro japonés casado con una rusa tuerta. Cada vez que la mujer lo miraba con el ojo malo, el malvado chino sacaba de debajo de la cama un espadón de samurai y amenazaba con sajarle el ojo bueno a la manera de Un chien andalou. Entonces la italiana gritaba como una verdadera mamma e invocaba a los diabolos, una especie de pequeños «gremlins» oscuros con cuernecillos y unos tridentes de risa, que saltaban todo el tiempo, como si estuvieran enojados con algo extraño y perverso. Luego, con un mandoble estupendo, el tártaro les sajaba la cabeza a los bichejos y de esa carnicería salpicaba un espeso líquido verde con el que se preparaban unos apetitosos zumos que sorbían como la mayor de las exquisiteces. Luego aparecía un tercer personaje, un enano gordo y bobalicón, al que le daban unas palizas tremendas, y él se reía como un loco. Creo que fue entonces cuando me dormí un poco porque al despertar el enano seguía riendo pero tenía en cada mano la cabeza decapitada de sus amos. Enfin, un horror.

One Comment

  1. jose carnicero dice:

    Creo que a mi me paso algo parecido,me comí dos yogures de la marca Hacendado y me sentaron fatal y eso que es mi marca favorita,pero ultimamente tengo el estomago algo revuelto, seguramente será desde que cerraron la carniceria «Kosher» de mi barrio.